Un hombre se acercó a una ventana sin ningún propósito concreto. Casi podría decirse que estaba dando un paseo cuando acabó allí frente a ella. Sin pensar, movió el marco a un lado y respiró el aire que venía de fuera. Recordó entonces como había empezado a pasear, había sido porque se había sentido solo. De pronto vio el enorme infinito que se abría al otro lado de la ventana, y sintió pánico y atracción al mismo tiempo. Luego, comenzó a inclinarse sobre el hueco de la ventana, y sintió cómo todo su peso tiraba de él hacia abajo. Recordó en esos momentos a su hermana, primero. Imaginó que podría estar haciendo en esos momentos, y lo que pensaría al enterarse de su muerte. Luego pensó en sus padres, su padre, su madre, había tantas cosas que no había entendido acerca de su madre. Quiso poder entenderlas. Pensó en Víctor, supo que sufriría, y en Sandra, Sandra no lo entendería. Se imaginó a Fátima, y a Nuria; pudo ver el rostro y las palabras de Fátima sin oírlas. Luego hizo un
Recuerdo que el primer día después de ella apenas sentí nada. Ya había gastado todas mis lágrimas en la despedida, y en cierta manera todavía la sentía muy cercana. En aquel momento, podía recordar cada una de sus facciones, podía reproducir su voz en mi cabeza y torturarme con eso, una y otra vez. A menudo fantaseo con volver a aquel día. Sentirla tan viva en mi recuerdo, no dudar ni por un instante de que la he querido. Pero sé que si viviera en ese estado nunca sería capaz de olvidarla. Al principio, mi viaje fue monótono. Todos los días se parecían, incluso todas las personas se parecían. Creo que esto último es por las cosas que dicen. Aunque hablar es muy importante para todo el mundo, nadie parece tener ideas distintas. Yo intentaba hablar con todos ellos, hacerles ver lo sólo que me sentía. Pero pronto me di cuenta de que aquellas no eran las conversaciones que yo deseaba tener, ni esas las personas que quería que me entendieran. Más de una vez intenté volver corr
Cálido, como el sol en la ventana. Lleno de matices que se entrelazan. Un sueño posible se atenúa o se dispara. ¿Llegarán los rayos a la alborada? Afuera, los relojes se aceleran o se paran. Apenas somos conscientes del sol que calienta. Los ojos de los niños miran por las ventanas. No ven lo que hay fuera del cristal que los separa. En el horizonte el sol se hunde en la explanada. Yo me quedo quieto detrás de mi ventana. Los cristales se rompen en una fina escarcha. La luz penetra hasta la mañana. Los ojos de los niños se vuelven ciegos al sol. Y se abren los geranios en primavera. Hay un silencio en las miradas. Viven en los niños todas las madrugadas.
Comentarios
Publicar un comentario